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Inicio >> Valsequillo >> El Rincón - Los Barrancos (Ruta nº26)
Ruta 19: Picogorra - Tenteniguada

El Rincón - Los Barrancos

CARACTERIZACIÓN GENERAL. Este recorrido describe un circuito por el Barranco de Coruña, uno de los principales colectores del Barranco de San Miguel. El sendero discurre por el fondo del mismo y por las laderas que lo flanquean, llegando a las faldas del Roque del Pino, y recorriendo un desnivel de, aproximadamente, 650 metros. La diversidad es realmente acusada en esta ruta. Se pueden contemplar numerosas especies vegetales, muchas de ellas endémicas, las más variopintas formas del relieve y una gran variedad de materiales geológicos. Este lugar es conocido como Los Barrancos, por la cantidad de arroyos que tiene.

Caminamos sobre depósitos de ladera y coluviones en el cauce del barranco y en el poblado de El Rincón. Las laderas del mismo, formadas por lavas del Ciclo Eruptivo II, dejan entrever pequeños afloramientos rocosos, con materiales de brecha volcánica Roque Nublo. Estos son fácilmente reconocibles por la granulometría que se presenta en forma de aglomerado. Los pitones volcánicos situados en el perímetro de la Caldera de Tenteniguada, muestran la fuerza de esta tierra volcánica a través de grandes paredones verticales, inalterables al paso del tiempo.

Animales mitológicos, máscaras aztecas, grandes cabezas o caras alargadas son algunas de las formas que podemos creer ver al observar estos afloramientos rocosos, caprichos de la naturaleza. Claro ejemplo es el propio Roque de la Vela o del Águila, nombre que adopta por su particular geoforma.

Lugar de extraordinaria belleza, guarda en sus entrañas la magia y la fuerza de una vegetación muy ligada a la humedad del alisio. Prueba de ello es la presencia de bioindicadores naturales asociados a la laurisilva, como son el tajinaste azul (Echium callithyrsum) o la bicácara (Canarina canariensis).

Son numerosas las aves que con su cantar y belleza nos trasladan al mismo paraíso: herrerillos, canarios, jilgueros, bisbitas, palmeros, capirotes, mirlos y horneros, representan algunos ejemplos de la rica avifauna de esta zona.

En épocas de lluvias se pueden observar hermosas cascadas que, desde los puntos más altos de la caldera, caen por los paredones. Se trata de un espectáculo revitalizante.

La Caldera de Tenteniguada es un espacio con numerosos manantiales. Desde la conquista de Gran Canaria se recuerda a esta parte de la isla por su constante y profuso discurrir de agua. Eran muchos los nacientes que surgían de las húmedas paredes del municipio. Pozos y galerías están presentes en todo el valle, obteniéndose agua de muy buena calidad. Justamente, esta ruta nos lleva al Pozo de Los Barrancos, uno de los más altos de la cuenca.

Son numerosos los estanques y aljibes asociados a terrazas de cultivo. El estanque del Roque del Pino, aproximadamente a 1.500 metros de altitud, labrado sobre la roca, que tiene como guardián al pitón monolítico del mismo nombre, representa la infraestructura más peculiar del camino.

Comienza y termina este recorrido en el pintoresco barrio de El Rincón, donde el blanco de las viviendas se entremezcla con el verde de la arboleda y el marrón de las tierras labradas. En la primera quincena de julio se celebra en este barrio la populosa fiesta de La Guinda. Esta peculiar fruta se produce de manera casi exclusiva en esta zona de la isla.

Detrás de la parada de guaguas, lugar donde se inicia y donde finaliza esta ruta, se encuentra el Barranco de Coruña.

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Plano del camino

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Perfil del camino

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Descripción del camino

Tramo 1: El Rincón - Pozo de Los Barrancos

Este itinerario comprende un circuito por el singular barrio de El Rincón, inmerso en un ambiente de tranquilidad y sosiego. Tomando la parada de guaguas de El Rincón como referencia, iniciamos el camino. Dejando atrás la parada, subimos por la calle El Toril, una pequeña cuesta que nos lleva a una intersección donde la carretera se bifurca. Tomamos, entonces, la desviación que surge a la derecha de la marcha por una pista de cemento, inicialmente empinada. Nos deleitamos observando un castañero centenario que dejamos a la derecha del camino, así como varios alpendres y viviendas rurales que guardan el tipismo de la arquitectura tradicional canaria.

Continuando por el margen izquierdo del cauce del Barranco de Coruña, entre bancales con frutales (guinderos y cirueleros), transcurridos unos 350 metros, cruzamos el cauce. Proseguimos por esta vía de cemento otros 300 metros hasta llegar de nuevo al lecho del barranco, donde abordamos el sendero, en medio de una rica y exuberante vegetación. Destacan el bicácaro (Canarina canariensis), el pan y quesillo (Lobularia canariensis), la flor de mayo (Pericallis webbi), además del escobón (Chamaecytisus proliferus). Es un lugar ideal para contemplar el paisaje que se abre ante nuestros ojos. En este espacio en el que termina la pista, observamos, justo enfrente, el Roque de la Vela o del Águila, con su singular morfología, así como una ladera tapizada con una comunidad vegetal de cerrajas (Sonchus acaulis), hierba puntera (Aeonium manriqueorum) y retama amarilla (Teline microphyla), todas ellas de florescencia amarilla.

Cruzamos nuevamente el lecho del barranco, siguiendo rumbo 220º suroeste. Con una pendiente algo acentuada, ascendemos por la antigua senda que subía al Pozo de Los Barrancos. Un enorme castañero se deja ver a la izquierda del camino en dirección este, marcándonos el inicio del segundo tramo. Antes de abandonar el lecho del barranco y de dirigirnos hacia el castañero, debemos tomar dirección sur. A unos 40 metros aparece una pista de tierra que nos conduce a un conjunto etnográfico de significativo valor, formado por un pozo y unos alpendres. Es aconsejable realizar una parada en este lugar y refrescarnos con el agua que allí se encuentra.

Tramo 2: Pozo de Los Barrancos - Roque del Águila

Volvemos al castañero; continuamos con rumbo noreste a través de una vereda estrecha, algo confusa por la vegetación. El firme de tierra con hojarasca suelta junto al denso matorral de retamas y escobones dificulta los primeros metros de esta parte del recorrido.

El sendero continúa rumbo este, hacia el Roque de la Vela o del Águila. Cruzamos una pequeña barranquera y, a unos 250 metros, llegamos a un afloramiento rocoso que ofrece una de las mejores vistas de la ruta. Ésta abarca la mayor parte del recorrido realizado, así como el Roque del Águila. Dejando este edificio volcánico a la derecha del camino, ascendemos hacia otro de los más conocidos roques de Tenteniguada: el Roque del Pino.

El camino nos muestra una vegetación muy desarrollada y de alto valor natural, que al despejarse nos permite disfrutar de las espléndidas panorámicas del sector noreste de Gran Canaria.

En el próximo cruce, giramos a la derecha. El sendero, estrecho y con firme de tierra, sigue paralelo a una tubería de agua, que dejamos atrás en la siguiente intersección. Avanzamos rumbo noroeste por una senda cubierta por retamas amarillas y tajinastes azules. Ascendemos por un afloramiento rocoso que simula escalones, encontrándonos la tubería que anteriormente nos servía de referencia. Viramos hacia la izquierda para subir por una pista estrecha, delimitada a la derecha por el muro de un bancal abandonado. A unos 150 metros, nos desviamos al noroeste para ascender por una pendiente bastante más acusada (20º), que finalmente nos conduce a un estanque de piedra excavado justo al pie del Roque del Pino.

Descendemos por el mismo camino por el que llegamos al estanque. A unos 700 metros, se inicia una curva a la derecha; bajamos, así, hasta el siguiente cruce, en el que tomamos la vereda de la izquierda para llegar nuevamente al Roque del Águila.

Tramo 3: Roque del Águila - Las Cuevas - El Ricón

Desde el Roque del Pino, descendemos hacia el Caserío de Las Cuevas. Dejamos atrás el Roque de la Vela. Rumbo este, tomamos una vereda a la derecha de la marcha, situada a unos 6 metros de una pequeña cantonera. Discurrimos por un sendero labrado en roca basáltica de cierta dureza, flanqueado por helechos, pitas y tuneras. El paisaje se vuelve más antropizado, con bancales y viviendas de alto valor etnográfico. La presencia de una gran cantidad de habitaciones, casas y alpendres-cueva da nombre a este pequeño conjunto de casas. El camino no tiene pérdida. Al llegar frente a una casa-cueva, desviamos la trayectoria hacia la izquierda por una pequeña veredilla de tierra que nos conduce a la pista de asfalto.

El descenso por esta vía carece de complejidad. A escasos 600 metros volvemos al punto de partida. El tramo final del sendero pasa junto a varios establecimientos de queso y artesanía. No existe una mejor manera de terminar el camino que disfrutando de un buen trozo de queso de la zona o degustando los típicos platos canarios de los bares del barrio, donde la carne de cabra y de cochino se preparan sin igual.

Información adicional de la ruta

Formas curiosas de la Naturaleza

Conforma esta ruta un claro ejemplo de la grandiosidad de la Naturaleza, que esculpe el territorio dejando ver hermosas formas del relieve de morfología bastante singular. Las herramientas que utiliza para tallar el paisaje no son otras que la acción constante de los agentes erosivos externos, entre los que cabe destacar el viento, la lluvia y los cursos de agua.

Estos últimos, aunque hoy en día son temporales, en tiempos pretéritos conformaban verdaderos ríos con aguas durante todo el año. Todas estas acciones se encargan de quitar material de un sitio, transportarlo y acumularlo en otras partes, es decir, de modificar constantemente el aspecto del paisaje.

Hablamos de curiosas formas en el relieve que se adueñan de la imaginación de quien las observa. El desmantelamiento erosivo ha sido el responsable de poner al descubierto estos afloramientos rocosos, siendo la erosión diferencial la que permite que las rocas más duras adopten formas extrañas y suntuosas, quedando así reflejada la dureza de algunos materiales, al ser erosionados con mayor rapidez aquellos de carácter más blando que lo circundaban.

El Roque de la Vela o del Águila, el Roque Jincado, el del Pino y muchos otros son verdaderos ejemplos de la variedad de formas que presenta el paisaje en este espacio. Al amparo de la Caldera de Tenteniguada estos caprichos de la naturaleza ofrecen un singular panorama lleno de magia y de encanto, donde queda de manifiesto la sabiduría y el ingenio de la mejor artista de todos los tiempos: la Madre Naturaleza.

Los pozos

La necesidad del canario de encontrar agua, le ha llevado a ahondar en las entrañas de la tierra. Así, la ha ido perforando desde tiempos de la Conquista. No obstante, es con la llegada del plátano y del tomate, cuando se acelera la construcción de nuevas fincas, favoreciendo con ello la apertura de pozos -la fórmula de extracción y aprovechamiento más empleada en la isla de Gran Canaria-. El proceso de construcción se caracterizaba por requerir importantes esfuerzos, pues las grandes dimensiones del orificio que se excavaba -en torno a los 3 m de diámetro y hasta los 200 m de profundidad- y la dureza de los materiales volcánicos, dificultaban en gran medida la tarea, que además llevaba aparejada la construcción de una amplia edificación en la que se guardaba toda la maquinaria relacionada con la extracción. Por su parte, el proceso de extracción se llevaba a cabo mediante el bombeo de agua hacia la superficie con potentes motores de gas-oil, primero, y eléctrico tiempo después.

La situación de sobreexplotación que se produjo a finales del siglo XIX y a principios del XX, hizo que se recurriera a la captación intensiva de agua infiltrada en el subsuelo. El exceso de extracciones ha provocado en Gran Canaria en particular, y en Canarias en general, la alteración alarmante del nivel freático. En la actualidad, debido al uso intensivo y al abandono de los pozos, se han buscado otros tipos de alternativas a los sistemas tradicionales, como la desalinización del agua del mar y la depuración de las aguas residuales, lo que ha convertido a Gran Canaria en pionera en la aplicación de nuevas tecnologías.

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